quinta-feira, 10 de novembro de 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA de Terrence Malick

BARCELONA. Presentación de la película El Árbol de la Vida en la muestra de cine espiritual

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Presentación de la película EL ÁRBOL DE LA VIDA en la VII edición de la Muestra del Cine Espiritual en Barcelona, realizada por la Dra. Claudia Di Giovanni, Delegada de la Filmoteca Vaticana.



            Introducir El árbol de la vida no es una empresa fácil.
La película afronta, de hecho, el tema de los temas: la existencia, pensada como un soplo en el especio infinito de la eternidad y del universo. Su aspecto espiritual se manifiesta ya desde el principio, con la pregunta de Dios a Job: ¿Dónde estabas tú cuando yo ponía los cimientos del mundo?
La cinta inicia con una pregunta, pero nos pone frente a muchos otros interrogantes, evocando nuestra necesidad innata de saber y comprender en el itinerario, a veces atormentado, de la búsqueda de la verdad.
            Se interroga a Dios sobre el valor de la existencia humana en una película no fácil, que recurre al simbolismo ya desde el título: aquel árbol anclado en la tierra que al mismo tiempo se proyecta hacia el cielo, un cielo a veces indiferente y silencioso pero lleno de luz.
            Así, seguimos a su melancólico protagonista, Jack, que nos es presentado a través de los recuerdos de su familia, una madre que encarna el amor, un padre autoritario, tres hermanos que representan tres modos diversos de amar. Cuando el dolor golpea a la familia aparece el núcleo de la narración: la pregunta constante del hombre a Dios: ¿dónde estás cuando hay sufrimiento?
            Malick desarrolla una reflexión sobre el significado del dolor y de la muerte con la elección de un estilo a veces visionario, que pone en evidencia la profundidad infinita del universo ante la pequeñez del hombre, un hombre diminuto como el feto en el vientre materno, pero al fin y al cabo un milagro, el milagro de la vida que se renueva.
¿Cuál es el papel de este hombrecillo en el cosmos? ¿Qué sentido tiene su dolor? En el fondo, en el trascurrir del tiempo, los cambios de lugar, el esquema de la existencia sigue siendo el mismo y todos formamos parte de él.
            Jack es un adulto, su alma está adolorida. Su rencor -apenas insinuado- lo oprime, está buscando algo inmutable. En este camino tomará conciencia de la belleza de la existencia y vislumbrará a Dios a través de la dulce gracia materna y la sacralidad de la naturaleza, reconciliándose con el padre y encaminándose por el sendero de la vida.
            Esta película es sobre todo un estímulo a la reflexión sobre las ansias universales de la humanidad frente al Misterio, con mayúscula, pero al mismo tiempo es un conmovedor himno al amor. Hay espacio para la consolación y la esperanza, tomando conciencia de la belleza que nos rodea en las cosas pequeñas de lo cotidiano, en la familia, que sigue siendo en cualquier caso el lugar donde aprender a amar, a conocer la verdad, al mundo y a nosotros mismos.
Comprender la eternidad, reconciliarse con el Principio, con los orígenes, puede explicar el sentido de nuestro existir.
            Me resuena una frase:  Si no amas, tu vida pasará como un relámpago… eso susurra la voz de la madre. El amor interroga a cada hombre y cambia la esencia misma de nuestra existencia, porque es el amor el que hace cuadrar las cuentas, ese mismo amor que alimenta la vida y acepta la muerte como un epílogo natural de la maravillosa aventura que hemos tenido el privilegio de vivir.
Creo decididamente en el valor de películas que, cuando se vuelven a encender las luces de la sala, nos ayudan a continuar nuestra reflexión. La palabra fin se vuelve tan sólo el inicio de otro camino.

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